William Gibson - The peripheral: Después de una trilogía "realista" (Mundo espejo, País de espías e Historia cero), William Gibson vuelve a la ciencia ficción, y lo hace con una novela que juega tanto con un futuro demasiado parecido al presente como con un futuro más lejano y lleno de tecnología fascinante, uno por cada línea argumental (las cuales después se van a entrecruzar, obviamente).
Al igual que en otras novelas, Gibson alterna entre una y otra trama y entre uno y otro punto de vista de los dos personajes principales, un contrapunto que se vuelve aún más interesante cuando ambas líneas confluyen y vamos siguiendo la trama conjunta desde dos perspectivas diferentes.
Los capítulos impares están ambientados en un futuro cercano, muy cercano, en el que casi no hay diferencias con nuestro mundo actual y que bien sería posible. Al fin y al cabo, en cualquier momento podemos llegar a tener impresoras 3D que impriman cualquier cosa, desde ropa hasta comida o celulares, Estados Unidos va a seguir produciendo veteranos de guerra, el capitalismo continuará expulsando a la gente, los fundamentalistas religiosos seguirán siendo fundamentalistas religiosos y el jugar videojuegos en línea va a terminar convirtiéndose en un oficio como cualquier otro. Flynne, la protagonista de esta trama, es una ex-gamer que trabaja en un local de impresión en 3D en uno de esos típicos pueblos yanquis en los que no hay mucho más que hacer que sobrevivir a base de sexo, drogas, alcohol y dispararle a los carteles de la ruta. Si bien ya no quiere saber más nada con los videojuegos, Flynne acepta cubrir a su hermano (un ex-soldado con una pensión por discapacidad que pasa su tiempo entre volar drones y pelearse contra un grupo de fundamentalistas religiosos que hacen manifestaciones cada vez que hay un entierro militar) probando lo que ellos suponen que es la versión beta de un juego bastante tonto en apariencia: espantar con un dron los drones de unos paparazzi que revolotean alrededor de un edificio de alta tecnología. La paga es buena (quizás demasiado buena) y no hay que hacer nada muy difícil, ¿qué podría salir mal? Bueno, eso que podría salir mal es lo que mueve el argumento: Flynne ve como una mujer es asesinada en el juego y las cosas se complican.
Los capítulos pares suceden unos setenta años más tarde, en un Londres post-apocalíptico, aunque un post-apocalipsis extraño, diferente a los que nos ha habituado la ciencia ficción. Aquí no hay un regreso a formas menos civilizadas ni guerreros de la carretera ni hordas de mutantes acechando entre las ruinas del mundo; por el contrario aquí la mayor parte del mundo vive una vida de riquezas y sofisticación y los únicos mutantes son voluntarios y por razones estéticas, ideológicas o tecnológicas. Claro, "la mayor parte del mundo" son pocas personas ya que casi todas los humanos y el resto de las especies animales se extinguieron luego de la "Lotería". Que no fue tampoco un evento catastrófico ni espectacular sino la lenta consecuencia de nuestro actual descuido del medio ambiente: unas sequías por aquí, unas inundaciones por allá, los antibióticos volviéndose cada vez menos efectivos, las enfermedades volviéndose cada vez más virulentas y así, sin mucha alharaca, el mundo se acaba. En este nuevo mundo de snobs, diletantes y ricos, gobernado por cruzas de burócratas, mafiosos y señores feudales vive Wilf Netherton, un publicista alcohólico y cínico. Una de las clientas de Wilf provoca un incidente internacional y este va a dar como huesped no muy deseado a la casa de Lev, un amigo hijo de una de las más influyentes familias de Rusia que tiene como hobby conectarse con el pasado. Conectarse literalmente: por alguna causa que ni los habitantes de este futuro saben muy bien han logrado entrar en red con un servidor de la época de Flynne, probablemente ubicado en China. El haber logrado esta conección tiene como consecuencia que este pasado (el presente de Flynne) no sea el pasado que deriva en el presente de Wilf y Lev sino otro, similar pero con diferentes consecuencias en el futuro (desde la perspectiva de Flynne). Es por eso que Lev (y otros como él) han montado empresas en el "pasado", sin temor de que su intervención afecte su historia. Estas empresas contratan a los habitantes del "pasado" para que realicen diferentes trabajos fantasmas en el "presente". Como, por ejemplo, controlar un dron de vigilancia para echar a unos drones paparazzi de un edificio. Sí, lo que Flynne y su hermano creen que es un videojuego es la realidad y el asesinato del que ella es testigo es real. Y es así como las cosas se complican, porque la persona que ordenó el asesinato empieza a influir en el pasado para eliminar a Flynne y borrar lo único que lo conecta con el crimen. Queda entonces en manos de Wilf, Lev y los suyos protejerla y lograr que identifique al asesino en el "futuro" usando el periférico del título: una especie de cuerpo vacío en el que uno se puede "meter" y realizar acciones a distancia.
Y lo que sigue es, entonces, un tecnothriller sucediendo en dos épocas diferentes conectadas en red y, lo más interesante, en tiempo real: una hora en un lado dura exactamente una hora en el otro y no hay manera de acelerar nada o que Levs y Wilfs de un futuro más lejano vengan a dar una mano. Esto y la tecnología de los periféricos hace que esta sea una extraña y fascinante vuelta de tuerca al clásico tema del viaje en el tiempo, llevándolo a un plano de virtualidad e, incluso, de verosimilitud técnica mayor: no nos resulta tan "imposible" creer que dos personas de diferentes épocas puedan estar charlando a través de un Skype temporal o que una visite a la otra usando una interface neural como las que en este mismo momento y fuera de la ficción se están desarrollando.
En síntesis, una novela de un William Gibson en su mejor forma y que, como siempre, propone interesantes reflexiones sobre nuestro presente y nuestra relación con la tecnología.
Esperemos que cuando se traduzca al castellano se haga un buen trabajo y no se estropee con ripios y otras torpezas todo lo bueno de este libro. Si nos guiamos por las traducciones de las otras novelas de Gibson esta es una esperanza vana, pero uno no puede permitirse perder el optimismo aún cuando sepa de que se trata de una causa perdida.

Saurio